LAS CULPAS DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA.

LAS CULPAS DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA

POR DOMENICO BONVEGNA”

La polémica del pasado octubre sobre las culpas de la Democracia Cristiana en el gobierno de nuestro país, surgida en el interior de la Casa de la Libertad, exige algunas reflexiones serias sobre la historia y la pol!tica del partido de mayoría relativa con anterioridad a tangentopoli. Por el contrario, me parecen inoportunas y estériles las polémicas sobre la profundidad del pillaje y la corrupción que han arrastrado representantes de la Democracia Cristiana, pues no deben ser los políticos quienes las hagan. El historiador francés Jean-Dominique Durand, entrevistado en Avvenire del 30 de octubre pasado, se preguntaba si “( .. .) es posible intentar en la actualidad un análisis sereno, objetivo y desapasionado (es decir, histórico) de cincuenta años de ascención y decadencia de un partido como la Democracia Cristiana, que durante decenios consiguió la confianza de la mayoría de los italianos”. Me parece que la cuestión es esa: analizar el comportamiento politice y lo que han escrito los dirigentes de la Democracia Cristiana.

Un primer análisis se refiere al hecho de que el partido demócrata-cristiano favoreció la instalación de cierta hegemonía cultural de la Izquierda en Italia. La DC fue poco sensible al compromiso cultural, pues los sectores de la escuela, de la universidad, de la edición, se abandonaron completamente a la Izquierda; la DC se limitaba a pensar en la administración corriente.

Las referencias políticas de la DC eran el PPI (Partido Popular Italiano) de don Luigi Sturzo y la mentalidad modernista de Romolo Murri, el fundador de la DC. Don Sturzo habla afirmado: “El Partido Popular fue promovido por quienes vivían la acción católica, pero nació como partido no católico sino aconfesional,

como un partido de gran contenido democrático, inspirado en los ideales cristianos, pero que no considera la religión como elemento de diferenciación política”.

El nacimiento del PPI fue acogido con entusiasmo por Antonio Gramsci, el cual indicó que “modernismo significa democracia cristiana”, y que, de modo más general, obseRVó: “la constitución del Partido Popular equivale por su importancia a la Reforma Alemana, es la explosión inconsciente e irresistible de la Reforma italiana” (A. Gramsci, “! Popolari”, en L’Ordine Nuovo 1919-1920). Según algunos historiadores, la clase dirigente de la DC asumió la tarea de introducir las ideas “modernas’ de la Revolución en las bases católicas, que eran refractarias a ello.

Según Marco Invernizzi el movimiento democratacristiano se caracterizó por constituir “( … ) la lucha de una minoría ilustrada contra la inercia del pueblo cristiano, conservador y reaccionario, incapaz de comprender los signos de los tiempos”. Un “combate” que duró casi cincuenta años, que el profesor De Mattei ha sintetizado en uno se sus libros, con el siguiente título: “ll Centro che ci portó a sinistra”. Exagerados? He aquí lo que ha dicho el democratacristiano Ciriaco De Mita, el 23 de agosto de 1999, en l1 Corriere della Sera: “Cuando los historiadores se ocupen realmente de los hechos y no sólo de propagandas, explicarán que el gran mérito de la DC ha sido haber educado a un electorado, que era naturalmente conservador cuando no reaccionario, para colaborar con el desarrollo de la democracia. La DC cogía los votos en la derecha y los trasladaba políticamente a la izquierda”. Esta es la auténtica y grave culpa de la DC: haber hecho perder y abandonar en Italia aquellos caracteres religiosos, culturales y civiles que constituyen las características de nuestra identidad histórica. De hecho} “en los últimos cincuenta años este proceso de desnaturalización y, por tanto, de descristianización, se hizo con la colaboración determinante -en cuanto fuerza política de mayoría relativa- de un partido que, nacido con el nombre de Partido

Popular Italiano, luego como Democracia Cristiana, posteriormente, de hecho, asumió hegemónicamente la representación politica de los católicos italianos” (“Per un’azione política umana e cristiana per ricostruire l’identità del popolo italiano”, Manifiesto de Alleanza Cattolica, 4 de octubre de 1993).

Parece que el episcopado italiano e incluso Pio XII, irun diatamente después de la caida del fascismo, fueron contrarios a la reedición del PPI, sobre todo con el nombre de “Democracia Cristiana”, porque el adjetivo “cristiana” era más comprometido que el de popular e italiano. Por el contrario, parece que los cardenales Ottaviani y Tardini quisieron fundar un partido “católico y conservador” que sirviera de contraste a la DC; pero el alejamiento de los comunistas del gobierno, en 1947, habria impedido el nacimiento de tal partido.

Así, la DC pudo gestionar en beneficio propio aquella especie de plebiscito anticomunista que fueron las elecciones de 18 de abril de 1948, con las que se cerró el camino al poder al socialcomunismo durante 30 años. En aquella ocasión en que surgió el auténtico pueblo católico, Massimo Caprara, ex secretario de Togliatti, habló de verdadera y auténtica “explosión de la Insorgenza espiritual” del pueblo católico. El pueblo católico, organizado por los Comités Cívicos del profesor Luigi Gedda, venció en aquella batalla por la civilidad.

Los Comités Cívicos fueron inmediatamente silenciados, pues resultaban molestos a la DC, la cual se apropió de una victoria que no era suya. Don Baget Bozzo ha escrito que “en la DC había quien deseaba un resultado más equilibrado para volver a un gobierno considerado •popular•, con la DC, el PCI y el PSI”. Y Luigi Gedda, en relación a esta cuestión, escribió: “Tras el triunfal éxito electoral de 1948, la Democracia Cristiana consideraba a disgusto la existencia de una formación politica distinta de la nacida en la época de la liberación con el nombre acuñado por Romulo Murri. (. .. ) La victoria del 18 de abril -continua Gedda Que atribuía a la DC la mayoría en ambas Cámaras, como todos sabíamos, se debía a la masiva intervención de los Comités Cívicos, que no reclamaban más privilegio que el de vigilar que el partido permaneciera coherente con su adjetivo de cristiano. Este compromiso disgustaba a la cúpula de la DC, porque existía en el partido una .corriente, capitaneada por Dossetti, favorable a una alianza con los comunistas”. Es una historia aún sin cerrar, en la que el profesor Gedda, religiosismo y nobilísimo, inclinó la cabeza ante unas presiones, cuyo origen aún hoy se desconoce.

Desde 1954 la Democracia Cristiana, con motivo de su Congreso, se organizó como verdadero y auténtico partido moderno bajo la guía de Fanfani que, en esto, copiaba al partido comunista. Se organizó el clientelismo político, se apoderó de los bancos y de los centros de poder, de la economía … Mientras, el PCI se contentaba con lo cultural. .. Incluso con la participación de Sturzo y De Gasperi, y de ese modo, nuestro país se fue hacia la Izquierda. Desde aquel momento, salvo el paréntesis del efímero experimento del gobierno Tambroni en 1960, rápidamente caído a causa de la violencia pública en Genova, desencadenada por los comunistas, la historia de aquella DC es la historia de las tentativas hechas para reinsertar a los comunistas en el ámbito del gobierno y para debilitar y anular cualquier reacción contraria que procediera de la Jerarquía Eclesiástica y del pueblo católico.

Sorprendente? Se trata de suposiciones? Ha aquí lo que escribía Alcide De Gasperi: “La Democracia Cristiana [es un] partido de centro inclinado a la izquierda [que] obtiene casi la mitad de su fuerza electoral de una masa de derecha” (Discurso al III Congreso Nacional de la DC, Venecia 2-3 de junio de 1949; citado en Famiglia Cristiana, 3 de junio de 1973). El mismo De Gasperi, antes, había dicho: “Nosotros nos definimos como un Partido de centro que se mueve hacia la izquierda” Intervención en el Consejo Nacional de la DC de 3 de agosto de 1945, en Atti e documenti della DC, 1943-1967, edición de Andrea Damiliano, Cinque Lune, Roma, 1968, vol. I, pág. 181).

Posteriormente, cuando en los años setenta fue claro el asociacionismo, el compromiso histórico que estaban elaborando las cúpulas democristianas y comunistas, con los Aldo Moro, los Andreotti, los Berlinguer, se habló de mal menar y alguno incluso dijo: nas tapamos la nariz y votamos DC En estos años los dirigentes democristianos se inclinaron cada vez más a la izquierda y para comprenderlo basta leer sus propi<fs declaraciones -que aunque llenas de eufemismos como “convergencia paralela” o “equilibrios más avanzados”, no pueden ocultar su verdadero significado–, teniendo en cuenta, al mismo tiempo, el proceso revolucionario que atravesó la dirección de la DC. Asi, Flaminio Piccoli: “Aquél gran proceso de transformación -que se efectuó en Europa bajo la preponderante hegemonía socialdemócrata o laborista- se ha conseguido en Italia bajo la preponderante guia de un partido democrático cristiano: es un gran hecho histórico si se piensa en el proceso de modernización; en otros lugares conseguido por el «espíritu capitalista,, originado por la «ética protestante”, o por el ilumitústico de la Revolución francesa y por la socialista, marxista-leninista, de la revolución de octubre; en Italia hunde sus raíces en la tradición cristiana propia de los católicos democráticos” (Flaminio Piccoli, “Una· DC pfü forte per una democrazia pfü moderna”, informe de 2 de mayo de 1982, Il Papa La, 3 de mayo de 1982).

Se trata de un discurso bien claro para quien quiera entenderlo, pues Piccoli demás las mismas cosas que había escrito Gramsci en 1933: “La filosofía de la praxis (nombre con el que el filósofo sardo se refería al materialismo dialéctico e histórico, raíz del comunismo) presupone todo este pasado cultural: el Renacimiento y la Reforma, la filosofía alemana y la Revolución Francesa, el Calvinismo y la economía inglesa, el liberalismo laico y el historicismo que está en la base de toda la concepción moderna de la vida. La filosofia de la praxis es la coronación de todo este movimiento de reforma intelectual y moral (. .. ) corresponde a la conexión Reforma Protestante + Revolución Francesa (. .. )” (Quaderni. del carcere, edición critica del Istituto Gramsci, de V. Gerratana, Einaudi, Tuñn, 1975, vol. III).

Se comprende, pues, la frase que ya había dicho Gramsci con motivo de la aparición del PPI en 1919: “El catolicismo democrático hace lo que el comunismo no podría: mezcla, ordena, vivifi ca y se suicida” (“I popolari” en L ‘Ordine Nuovo, año I, núm. 24, 1 de enero de 1919, en L ‘Ordine Nuovo 1919-1920, Einaudi, Turín, 1954, pág. 286).

Una última afirmación de un exponente autorizado de la Democracia Cristiana, Francesco Cossiga: “La DC tiene grandísimos mé1i.tos históricos por haber sabido renunciar a su especificidad ideológica, ideal y programática: las leyes sobre el divorcio y el aborto se firmaron todas por Jefes de Estado y Ministros

democristianos que, justa mente, en aquel momento, dieron prioridad a la unidad política en favor de la democ·acia, de la libertad y de la independencia, al ejercer una gran función nacional de reagrupación de los ciudadanos” (Francesco Cossiga, “Lettera al quotidiano della DC”, D Popolo, 24 de enero de 1992). Incluso Moro, en 1978, había declarado: “Por el aborto la DC se compromete a no obstaculizar la mayoría que aprobará la ley”.

Por tanto, también el “ideal cristiano” -aunque tenue y genérico- del Sturzo de 1919, se ignoró y se puso en segundo plano en relación a la “moderna conciencia pública”, a la “unidad política” y a la “cooperación política”; unidad, que desde 1945, sin embargo, se había roto innu 1 nerables veces por 111 motivos “fútiles”; y que en aquella ocasión, la del aborto, lo habría sido por una materia respecto a la cual la doctrina es intransigente.

La Democracia Cristiana, por la ley 194 -la de legalización de la interrupción voluntaria del embarazo- tiene responsabilidad histórica enorme; no sólo la votó, firmó y promulgó, sino que, además, colaboró activamente en la elaboración de su aplicación y desarrollo.

Los directivos democristianos no titubearon y eligieron ponerse del lado del “progreso”. Mientras, los de base, los electores, trastornados y confusos por el reiterado lenguaje eufemístico y ambiguo de los jefes, fruto de su relativismo doctrinal, no supieron reaccionar ante la confusión del referendum de 1981

contra el aborto, y se dividieron: 1nuchos no fueron a votar, muchos votaron NO -es decir, a favor de la “ley”~ creyendo, incluso, haber cumplido con su deber. Giovanni Cantoni, al analizar el referendum, en el número de mayo-junio de 1981 de Cristianita, atribuyó la derrota del mundo católico, no tanto al auge de las fuerzas revolucionarias, como a la incapacidad de los dirigentes del mundo católico para movilizar la base, que en gran parte se abstuvo.

El 27 de mayo de 1976, Giulio Andreotti, Tina Anselmi, Francesco Bonifacio, Tommaso Morlino, Filippo Maria Pandolfi y Giovanni Leone -todos democristianos– firmaron la “Ley” (Gazzetta Ufficiale della Repubblica Italiana, año 119, núm. 140, 27 de mayo de 191 /8, pág. 3646).

Leone1 algunos meses después, acusado, quizá falsamente, por los mismos que le habían empujado a firmar la “ley”, seria forzado a dimitir; hubiera sido mejor que hubiera dimitido antes de la firma vergonzosa, con lo que se habr!a marchado con la cabeza alta. Cuando alguien ha acusado a la Democracia Cristiana de grave traición, algunos de ellos se defendieron alegando que la firma era “un acto debido”, pues de otro modo habría !a caído el Gobierno. Andreotti, respondiendo a Vittorio Messori, dijo: “En efecto, tuve una crisis de conciencia y me pregunté si debía firmar aquella ley. Pero si hubiera dimitido, ningún otro democristiano habría!a·podido firmarla, en un momento grave para el País. Hubiera habido una crisis que habria creado también complicaciones internacionales” (V. Messori, lnchiesta su] Crstianesimo, SEI, Tur!n, 1987, págs. 210-211). 

 

(“) Domenico Bonvegna (Messina, 1955), es maestro y miembro de Alleanza Cattolica.

El presente artículo, traducido por Estanislao Cantero, y titulado “Quelle colpe della Democrazia cristiana”, se publicó en 11 Corriere del Sud, año XI, núm. 21,1 de diciembre de 2002. Verbo, núm. 411-412 (2003), 63-69. 63 Fundación Speiro

DOMENICO BONVEGNA

 

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